Entre Libros...
Una tarde cualquiera en la biblioteca del centro de la ciudad. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas y bañaba las estanterías de libros con una cálida luz dorada. La biblioteca estaba llena de gente, pero dos personas en particular llamaron mi atención.
Una joven de cabello castaño y ojos avellana, vestida con una blusa blanca y unos pantalones vaqueros. Estaba sentada en una mesa en el área de lectura, con la cabeza inclinada sobre un libro, absorta en su lectura. Él, un hombre alto y esbelto, vestido con un suéter gris y unos pantalones negros. Estaba parado cerca de ella, mirando hacia abajo con una sonrisa suave en su rostro.
Me acerqué sigilosamente, sin querer interrumpirlos. Pero entonces él me vio y me sonrió amistosamente. “Hola”, dijo con una voz profunda y suave. “¿Te importa si me uno?”
“Por supuesto que no”, respondí, encantado por su amabilidad. Me presenté y él me dijo que se llamaba Lucas. La joven se presentó como Ana. Acaban de encontrarse, entre libros, como yo los encontré.
Nos sentamos juntos en la mesa y comenzamos a hablar. Resultó que Ana y Lucas estaban estudiando lo mismo, literatura inglesa. Empezaron a hablar sobre sus autores favoritos, y yo me encontré escuchando con atención mientras hablaban apasionadamente sobre Jane Austen, Charles Dickens y Virginia Woolf.
Con el tiempo, me di cuenta de que Lucas y Ana se estaban conociendo mejor. Sus conversaciones se volvieron más personales, hablando sobre sus vidas, sus familias y sus sueños para el futuro.
La biblioteca se fue vaciando poco a poco, pero Lucas y Ana seguían hablando, tan absortos el uno en el otro que no parecían darse cuenta del tiempo que pasaba. Finalmente, cuando la biblioteca estaba a punto de cerrar, se dieron cuenta de que debían irse.
Se despidieron de mí y salieron juntos de la biblioteca, caminando hacia el sol poniente. Me quedé sentado en la mesa, contemplando el libro que Ana había dejado atrás. Me di cuenta de que había sido testigo de algo especial, algo que quizás solo había sucedido en esa biblioteca, en ese día, con ellos dos.
Guardé el libro en su lugar y salí de la biblioteca, con una sonrisa en mi rostro. Había presenciado algo hermoso, algo que no olvidaría jamás.