¿Habrá un día?
¿Habrá un día en el que deje de pensarte sin tener que obligarme a olvidarte? ¿Llegará el día en que tu nombre no me llegue como un golpe en el pecho? ¿En qué momento voy a dejar de discutir contigo en mi cabeza, como si aún hubiera algo que resolver?
¿Hasta cuándo voy a seguir peleando con alguien que ya no está, pero aún deja su sombra? ¿Habrá un momento en el que deje de ensayar conversaciones que nunca pasarán, respuestas que no vas a dar, perdones que nunca llegarán?
Ha pasado tiempo. Mucho tiempo. Y todavía estás ahí, en cada rincón de mi cabeza, en cada discusión que nunca terminamos. He superado rupturas. He dejado ir amores que creí eternos. Pero tú… tú no te vas.
¿Habrá un día en el que ya no duela recordar que alguna vez te creí para siempre? ¿Que alguna vez puse mi identidad, mi fe, mi futuro en las manos equivocadas? ¿En qué punto dejarás de aparecer en mis sueños, o en mis pesadillas, o en los lugares donde creí que podía descansar?
Pensé que había encontrado un lugar para siempre. Creí que había construido algo a lo que llamar hogar. Pero resulta que los hogares también se derrumban, que las familias también abandonan, y que las personas que juraron quererte te convierten en un extraño en un instante.
¿Hasta cuándo voy a seguir pagando el precio de algo que no merecía? Me convertiste en el villano de una historia que escribieron sin mí. De alguien querido a alguien que ya no se nombra, como si todo lo vivido pudiera borrarse con un juicio. ¿Habrá un día en el que no me importe?
A veces me arrepiento de haberme despedido. Tal vez habría sido mejor solo partir, sin palabras, sin darle a nadie la oportunidad de reescribir quién fui. Quizás habría sido mejor correr lejos, a otro lugar en el que no existas, donde tu sombra no me persiga.
Pero también sé que irme fue la única manera de salvarme. Porque sí, aprendí mucho a tu lado. Pero más aprendí desde que ya no estabas. Aprendí a ser, y sobre todo, aprendí cómo no ser.
Y aunque a veces piense que habría sido más fácil escapar sin despedirme, sé que irme también fue una forma de amor. Amor del que llega cuando ya no queda nada que entregar. Amor a mí.
Sin embargo, aún me pregunto, cada día, cada noche, cada vez que encuentro una cicatriz: ¿cuándo terminará de irse lo que ya no está?
Habrá un día. Tiene que haberlo. Y cuando llegue, tal vez ya no lo esté esperando.