Lugar para dos…
En este lugar para dos, sólo yo… y conmigo el deseo de que estés, pero no estás; y por mí la nube gris que me observa deja sus lágrimas caer en la ventana, yo, en silencio la miro y admiro su simpatía al llorar porque lloro. Aquí, le he regalado mi vida al tiempo y éste, sin medidas, la ha gastado, ha vertido su furor en la piel que me cubre y ha dejado finas huellas que marcan mi frente.
Hoy, me hago eco de los porqués, porque me asusta la idea de quedarme sin preguntas. Es lo que me queda, además de la sonrisa que me diste cuando mi vista captó tu rostro como una primicia en este mismo lugar para dos que hoy ocupa uno, pero que en aquellos días fue nuestro espacio preferido. Cuando mi sueño de estar a tu lado por el resto de mis días fue toda una realidad, y cuando el cielo estrellado se reflejaba en la alegría de tus pupilas dilatadas.
En este lugar para dos, te escribo, como prometí; aunque ya cabizbajo, con las manos mucho más arrugadas, un bastón que pretende soportarme, la evidencia del peso de la gravedad en mi triste rostro, el color de la nieve en mi cabello y, un reloj cuyo tic tac me recuerda que en algún momento dejaré de ser, que tal vez no exista otra ocasión para ver a las nubes llorar sobre el cristal que nos vio reír.
Aunque ya no volveré a este sitio, aquí se quedan las memorias y mi habilidad de extrañarte; hábito leal con el que partiré. Se quedará nuestras risas, lo dulce de tu voz, tu mirada, tus gestos y, unas letras que jamás olvidan este lugar para dos.