No fue antes...

No fue antes...

Si hubieras llegado antes, habría alzado mis defensas contra el afecto. Todas las armas que el tiempo me ayudó a forjar, guardadas en ese arsenal que construí para protegerme. Habría desplegado mi ejército de excusas, luchando hasta el agotamiento para resistir cualquier contacto. Habría ejecutado mis estrategias más finas para sabotear cualquier intento de enredarse en utopías. Habría dado la orden de confiscar todo sueño que intentara pintar la realidad con colores exagerados. Me habría refugiado en mi espacio seguro, ese donde las emociones no tienen cabida, donde la razón y el juicio son mis más firmes escoltas.

Habría levantado muros más altos que mis mejores intenciones, construyendo barreras que negaran cualquier acceso a influencias externas. Habría medido con precisión cada palabra, dejando fuera cualquier deseo de fricción, creando distancias tan grandes que el cansancio haría que toda intrusión se redujera a intentos inútiles.

Si hubieras llegado antes, habría borrado las huellas de quienes intentaran dejar marcas para el futuro, cancelado las cuentas de mis motivaciones y mantenido encerrado a ese que anhela ser, en lugar de conformarse con simplemente existir. Un poco antes, y con gran determinación, habría trazado límites claros y visibles, dibujando fronteras tan distantes que nadie osaría cruzarlas.

Pero no llegaste antes, ni después. Llegaste en el momento justo; en el instante preciso en que la tierra, tras su viaje, volvió a alinearse con el sol, haciéndolo visible y cálido. No fue antes, fue cuando tenía que ser... cuando llegó el momento de bajar las armas, derribar los muros, y acortar las distancias para comenzar a vivir. Fue cuando la cortesía se transformó en confianza, cuando dejaste huellas que tornaron el frío en calor, sumando carcajadas y alegrías a los días venideros. No fue antes, repito, sino cuando las señales invitaban a vivir. No fue antes... cuando tenías que llegar, llegaste.