Permíteme...

Permíteme...

Permíteme enamorarte. Permíteme arrancarme un beso y ponerlo en tus labios. Permíteme verte a los ojos, tocar tus manos, quedarme cerca.

Me haría feliz que me dejes hablarte, y contarte una historia de las tantas que tengo, hacerte reír y ver si puedo colarme de alguna forma en tus recuerdos como la persona que aparece y causa una sonrisa.

Permíteme escucharte hablar de tu viaje por la vida… de las heridas. De tus miedos, tus intereses y de tus planes futuros, mientras yo me hundo en un sofá cualquiera y disfruto cada palabra que proyecta tu voz.

¿Qué tal si me permites convencerte de que podemos montarnos en el bus de los días? que podemos hacer que el viaje sea más placentero si lo hacemos juntos, y compartimos el asiento solo por diversión.

Permíteme reír contigo al ver tus shows favoritos, y los míos, y los que serán nuestros. Permíteme quedarme quieto mientras te veo moverte por la casa siendo tú, y yo me envuelvo en la inmensa dicha de saber que estás conmigo.

Permíteme ser testigo de tu respiración al besarme, de tus pupilas al verme y de tus latidos al amar. Permíteme despertar contigo, ser tu nido cuando requieras refugio, y que cuando llegue el diluvio yo esté allí para secar tus lágrimas.

Que no haya más nada en medio nuestro; nada más que el silencio cuando sea necesario y el ruido de las sábanas al tocar nuestros cuerpos. Que nos queramos. Que nos queramos con el ímpetu y la ingenuidad de la adolescencia, y nos amemos con la certeza y la piedad de la madurez.

Permíteme amarte como sé que puedo hacerlo, cubrir con mis caricias todas las cicatrices que el pasado ha puesto en ti. Ser tu montaña fuerte cuando quieras sostenerte, la nube de algodón cuando precises un abrazo y la ola por la cual fluctúas cuando quieras desplazarte. Permíteme enamorarte. Permíteme.