Humanos, después de todo
Algunas verdades parecen firmes hasta que la vida las mueve. Otras, simplemente cambian con nosotros.
He visto ateos volverse cristianos,
y a cristianos perder la fe.
Católicos hacerse evangélicos,
y evangélicos volver al silencio de lo espiritual sin nombre.
Mormones que se hicieron testigos,
y testigos que decidieron solo creer en el amor.
He visto doctores y abogados presumir sus títulos con orgullo,
y otros dejarlos colgados como cuadros sin sentido,
para perseguir un sueño que no llevaba corbata, bata ni prestigio,
sino una urgencia interior.
He visto artistas rendirse y volver a las oficinas,
y oficinistas romper el molde de sus cubículos para pintar o cantar.
He visto a quienes no tuvieron hijos llorar por no haberlos tenido,
y a quienes los tuvieron muy pronto sentirse atrapados en una historia que no eligieron del todo.
He visto a madres huir sin mirar atrás,
y a padres reconstruirse desde los escombros.
He visto a hijos que aman a sus padres con todo,
y otros que deciden cortar el lazo y sanar desde la distancia.
He visto amigos distanciarse por ideologías,
y otros abrazarse aún pensando distinto.
He visto a mejores amigos volverse extraños con el tiempo,
y a completos desconocidos
construir en semanas lo que otros no logran en décadas.
He visto que algunas personas llegan para quedarse,
y otras solo para enseñarnos algo antes de irse.
He visto a quienes juraban estar siempre, desaparecer,
y a quienes llegaron tarde, quedarse para siempre.
He visto a solteros añorar el amor,
y a casados imaginarse libres en silencio.
He visto a quienes viven juntos estar más lejos que nunca,
y a otros, separados por continentes, sentirse profundamente conectados.
He visto a gente mudarse lejos en busca de paz,
y otros volver al caos de la ciudad porque el silencio del campo los confrontaba con ellos mismos.
He visto a quienes odiaban su país amarlo al cruzar la frontera,
y a quienes lo amaban, querer escapar después de cualquier decepción.
He visto personas que pueden solo elegir entre lo que conocen,
porque nadie les mostró opciones distintas.
He visto a quienes viven vidas que no eligieron,
vidas que eligió el miedo, la familia, la necesidad, o el barrio.
Y otros, que habiendo tenido todas las opciones del menú,
eligieron el camino más improbable… solo para sentir algo real.
He visto comunistas volcarse al capitalismo,
y capitalistas que lo tenían todo
cuestionar el sistema que los formó.
He visto a quienes luchaban contra el poder,
terminar ejerciéndolo.
Y a quienes fueron parte del engranaje,
despertar un día queriendo romperlo todo desde dentro.
He visto a idealistas quemarse en la realidad,
y a cínicos recuperar la esperanza en un gesto pequeño.
He visto a filósofos volverse pragmáticos,
y a pragmáticos abandonar el pragmatismo por el pensamiento.
He visto a activistas cansarse del ruido,
y a indiferentes despertar después de una injusticia que les tocó cerca.
He visto a quienes pedían igualdad gritar por meritocracia,
y a quienes vivían de la competencia
deseando una sociedad más amable.
He visto a los fuertes quebrarse por dentro,
y a los frágiles resistir terremotos emocionales.
He visto a los ricos envidiar la libertad del que no tiene nada,
y a los pobres cargar con resentimientos heredados.
He visto a los que lo tenían todo perderse,
y a los que no tenían nada encontrarse en lo simple.
He visto a los valientes huir,
y a los cobardes sostener lo imposible.
He visto a personas cambiar de opinión,
de amor, de carrera, de país, de filosofía, de sentido,
de todo.
He visto cómo lo que juramos eterno,
a veces solo era necesario por un rato.
Y entonces me pregunto…
¿cuál es la verdad?
¿La de ayer? ¿La de hoy? ¿La que aún no llega?
¿La que creemos que elegimos, o la que nos eligió a nosotros?
Tal vez la verdad no es fija.
Tal vez la verdad cambia con nosotros.
Tal vez cada etapa tiene su propia verdad,
y la vida es solo eso:
una sucesión de versiones de uno mismo
que intentan entender algo que nunca termina de explicarse.
O tal vez la verdad no existe como tal.
Y solo hay caminos.
Y encuentros.
Y momentos donde algo nos hace sentido,
hasta que deja de hacerlo.
Y entonces, comenzamos de nuevo.
Porque el camino en el que estás hoy
no siempre es el camino en el que terminarás.
Y eso no está mal.
No somos árboles.
Podemos movernos.
Podemos cambiar de opinión, de dirección, de destino.
Solo andamos construyendo nuestra propia verdad
con las evidencias que tenemos a mano.
Y eso no nos hace mejores ni peores.
Nos hace humanos.